viernes, 7 de mayo de 2010

CARACTERISTICAS CULTURALES (1952-1958)

En los primeros años del siglo XX dos intervenciones norteamericanas frustraron los anhelos independentistas y laRepública es proclamada el 20 de mayo de 1902. Servilismo y corrupción la caracterizarían hasta 1958.

En sus primeros años la producción intelectual destaca lo heroico nacional. Los escritores de la época relatan los hechos vividos en testimonios y diarios de campaña. Vidal Morales y Morales se sitúa entre los historiadores más ilustres de la América de habla hispana con sus Iniciadores y primeros mártires (1901) y Julio César Gandarilla protesta contra la Enmienda Platt y la política norteamericana en su obra Contra el yanqui (1913).
La brillante oratoria de Manuel Sanguily, el periodismo militante de Juan Gualberto Gómez y el pensamiento de Enrique José Varona hacen valer ante las intervenciones, el sentimiento patriótico nacional.
En medio de una situación convulsa, los verdaderos intereses del pueblo fueron abandonados por intereses foráneos y por las ambiciones del patio. Se desencadena entonces la más corrupta politiquería.
Este período gris de la nación se rompe en 1923 con la Protesta de los Trece, lidereada por Rubén Martínez Villena, antecedente valedero del Grupo Minorista que en 1927 firmaría un Manifiesto premonitorio por la revisión de los valores falsos, el arte nuevo, por la reforma de la enseñanza pública, por la independencia económica de Cuba, contra el imperialismo yanqui, y contra las dictaduras políticas unipersonales en el mundo, en América y en Cuba.
Es este el año de la Revista de Avance y el año en que el historiador Ramiro Guerra publica Azúcar y Poblacion en las Antillas, obra básica de nuestra cultura en la cual denuncia la pérdida de nuestra soberanía, la entrega del suelo cubano al extranjero y el coloniaje que provocó el latifundismo.
En los predios literarios, escritores como Miguel de Carrión, José Antonio Ramos, Carlos Loveira y Luis Felipe Rodríguez expresan, en sus obras, la corrupción republicana y su frustración social. En las artes plásticas se profundizaba el debate academia versus vanguardia, expresión reveladora de una auténtica producción nacional dentro de esta rama de las bellas artes.
La década del 30 se abre paso con la poesía de Nicolás Guillén quien publica sus Motivos de son, Songoro Cosongo y West Indies Ltd. Comienza así a gestarse una poesía revolucionaria y vigorosa que se identifica con la historia del país. Emilio Roig de Leuchsenring publica su Historia de la Enmienda Platt: una interpretación de la realidad cubana (1935), un estudio en sus aspectos histórico, económico y social del caso cubano desde que en 1805 aparecen las primeras intenciones norteamericanas de apoderarse de Cuba.
Por otra parte, la obra de Don Fernando Ortiz, hombre de fecunda existencia e inmensa erudición, luchador incanzable contra el delito del racismo y fundador de la Sociedad Hispanocubana de Cultura y de la revista Ultra, también se abre paso desde 1923, años de sus discursos En la Tribuna, obra en la cual su prologuista Rubén Martínez Villena previó lo que Don Fernando significaría para siempre en la cultura cubana.
La bibliografía de fines de los años 30 y primeros años de los 40 cuenta con las primeras obras poéticas de Eugenio Florit, José Lezama Lima, Mirta Aguirre y Eliseo Diego y con obras fundamentales para el estudio de nuestra historia como el Manual de Historia de Cuba (1938) de Ramiro Guerra, la Historia de La Habana (1938) de Emilio Roig de Leuchsenring y el Contrapunteo Cubano del tabaco y el azúcar de Don Fernando Ortiz.
Ramón Guirao y Rómulo Lachatañaré publican Órbita de la poesía cubana (1938) y ¡Oh, mío Yemayá!, respectivamente, obras clásicas de la cultura negra en Cuba. Luis Felipe Rodríguez y Enrique Serpa denuncian con sus novelas Ciénaga (1937) y Contrabando (1938) violentos conflictos sociales y en el ámbito internacional antimperialista Pablo de la Torriente Brau, testigo excepcional de los hechos que narra sobre su participación en la Guerra Civil Española, lega para la historia testimonios de lucha tales como Peleando con los milicianos (1938) y Aventuras del soldado desconocido cubano (1940).
Un poco más avanzada la década del 40 y principios de los años 50 el entusiasmo que el pueblo había depositado en los regímenes auténticos se resquebraja totalmente. La literatura sigue siendo un oficio raro del cual nadie podía vivir, y los creadores seguían pagando por las ediciones de sus libros. A pesar de esta situación crítica, en 1944 comienza a publicarse la revista Orígenes, cristalización final de una serie de revistas que aparecieron a mediados de la década del 30 después de la caída del tirano Gerardo Machado y Morales, derrocado por la Revolución del 30.
La revista y el grupo Orígenes representan una etapa de "entrerrevoluciones" - así la define la profesora Graciela Pogolotti - entre la frustración del movimiento del 30 y la curva ascendente del proceso revolucionario que se produce en los años 50. En esta etapa figuras como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Samuel Feijoó y Onelio Jorge Cardoso, producen una obra literaria
En el campo de la investigación histórica, Raúl Cepero Bonilla publica Azúcar y abolición (1948), el más brillante ensayo histórico escrito en Cuba hasta su tiempo y punto de partida de la también brillante historiografía que surgiera posteriormente.
Este ciclo de frustración política nacional culminaría con una etapa de terror y sangre: la dictadura de Fulgencio Batista. Comienza entonces el más trascendental período de la historia republicana.
Frente a la situación imperante un grupo de jóvenes, al atacar el Cuartel Moncada, traza la línea de la lucha armada como medio de conquistar la liberación nacional. Fidel Castro, que encabeza el grupo, pronuncia entonces su histórica defensa La Historia me Absolverá, ante los tribunales que lo juzgan por su acción. Este alegato se convierte en el programa de acción que culminaría, en su período insurreccional, en la Sierra Maestra, bastión de la lucha armada a partir de fines de 1956. En los últimos años (1952-1958) prolifera la prensa clandestina contra la tiranía.
Los anhelos liberales con los cuales se fundó la República se vieron ahogados durante los primeros cincuenta años de su existencia. El estímulo hecho a subproductos del sensacionalismo y el fácil entretenimiento, desvirtuaban los valores auténticos de la nacionalidad y la historia del pueblo cubano, y favorecían una cultura hedonista y de evasión.
A ello se le sumó la inexistencia de una política educacional honesta que sacara a la población del analfabetismo en el cual se había sumido y la presencia de una visión localista, reducida a la capital, que no tuvo en cuenta el desarrollo integral de las demás regiones del país. Los propios artistas se vieron marginados hacia un desamparo en el orden social y económico.

La participación de las masas en la actividad cultural con la incorporación activa de trabajadores, campesinos y estudiantes, y muy especialmente de los niños y jóvenes.
La revalorización de las obras más importantes del arte y la literatura nacionales y de la cultura universal.
El estudio de las raíces culturales, el reconocimiento de sus valores, el desarrollo de éstos y la investigación del folclore.
La fundación de organismos, instituciones y agrupaciones culturales.
La organización del Sistema de Enseñanza del arte y la creación de escuelas formadoras de instructores.
La creación de una cinematografía nacional y extensión de los servicios cinematográficos a las zonas rurales y montañosas.
Un creciente movimiento editorial que da posibilidades al pueblo de conocer la variedad y riqueza de la cultura cubana y universal.
Incremento de bibliotecas, galerías y museos.
El rescate de los medios de difusión masiva y su gradual transformación.
Relevantes logros en el terreno de la creación artística como el surgimiento de la Escuela Cubana de Ballet y el desarrollo de la gráfica nacional.

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